Los analgésicos son fármacos utilizados para
calmar el dolor. Existen dos familias principales: los narcóticos o derivados del opio,
como la morfina, la codeína y la heroína, y los no narcóticos, como la aspirina y el
paracetamol.
Aunque los analgésicos son usados para aliviar el dolor,
no todos actúan de igual forma ni tienen el mismo alcance. Por dicha razón, se
prescriben según el tipo y el grado de dolor que sienta el paciente, así como también
de acuerdo con la causa que lo produce.
Los analgésicos que componen el grupo de los narcóticos alivian el dolor mediante la
interacción con las endorfinas, sustancias que producen el propio cerebro y son similares
a la morfina. Por contraposición, los analgésicos no narcóticos actúan inhibiendo la
producción de las prostaglandinas, unas sustancias que causan contracturas musculares y,
en consecuencia, aumentan la sensibilidad al dolor.
Los narcóticos, cuyos efectos se dejan sentir en el sistema nervioso central, están
constituidos principalmente por los alcaloides naturales del opio, además de otras
sustancias sintéticas o semisintéticas, o sucedáneos químicos del opio, como la
metadona, la buprenorfina o la pentazocina. Todos ellos son potentes analgésicos, que
están sometidos a un estricto control legal, médico y farmacéutico, y su
administración se limita a los enfermos hospitalizados en estado grave o a los pacientes
con dolores en estado terminal.
viernes, 24 de agosto de 2012
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